Una de cada 10 personas padece fobia a algún animal
En el espectro de intensidades que abarca el miedo, hay un temor irracional compulsivo llamado fobia. «El concepto de fobia lo hemos incorporado al vocabulario popular, pero no es correcto referirse a ella, por ejemplo, en el caso del temor a leones asesinos. La fobia es un miedo irracional, una reacción desproporcionada. Puede darse frente a palomas o arañas, fruto de un miedo que va más allá de lo razonable», explica el jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Clínic y profesor de Psiquiatría en la facultad de Medicina de la Universitat de Barcelona, Eduard Vieta. «La fobia puede tener una predisposición genética -estudios en niños adoptados demuestran un predominio del origen biológico-, pero también responde a componentes evolutivos y de aprendizaje», añade Vieta.
Algunas de las fobias más conocidas son la aversión a volar -aerofobia-, a los espacios cerrados -claustrofobia-, a las alturas -acrofobia- y a los animales -zoofobia-. Aunque los datos pueden variar ligeramente entre estudios, se estima que las fobias a animales en general afectan unas cuatro veces más a las mujeres que a los hombres, detalla Jaume Fatjó, desde el Institut Municipal d’Investigació Mèdica del Hospital del Mar. «La mayor incidencia en mujeres tiene una explicación de base evolutiva. Desde la antigüedad, el cuidado de los recién nacidos hizo que las mujeres primitivas desarrollaran una gran capacidad de estar alerta respecto al peligro de animales reptadores. Esa capacidad de alerta, llevada al extremo, es la fobia», apunta Eduard Vieta.
«En torno a una de cada diez personas padece fobia específica a algún animal que, por este orden de incidencia, suelen ser: ratas, aves -sobre todo palomas-, arañas e insectos en general -con una destacada importancia de las abejas-, y perros y gatos», puntualiza Vieta. «Insisto en que fobia no es manía, desagrado o temor. En las fobias, el corazón se acelera y se suda, a veces tan solo pensando en el animal temido. Alguien con fobia a las abejas puede llegar a saltar de un coche en marcha si entra una en el vehículo», especifica el profesor de Psiquiatría.
El remedio más habitual de quienes padecen fobias es esquivar los lugares donde las pueden sentir, por lo que no hay muchas personas que soliciten atención médica. «Muchas veces las fobias van asociadas a otras patologías que contemplan el trastorno fóbico generalizado, por lo que se tratan con medicación y acompañamiento psicológico», explica Eduard Vieta. Entre los que sí acuden a un profesional, el 36% lo hace por una fobia a los perros o gatos. «En nuestra sociedad, es más difícil esquivarlos, pues sobre una de cada tres familias tienen uno en casa», argumenta Jaume Fatjó. En el Parc de Salut Mar, donde trabaja, una joven de 24 años fue tratada de fobia a los perros -una manifestación que afecta a una de cada tres personas que solicita la ayuda de un profesional-. Después de que un perro saltara sobre ella provocándole un ataque de pánico, el temor a los canes pasó a interferir en su vida diaria. Sufría ansiedad, trastorno del sueño y falta de concentración hasta el extremo de no atreverse a salir a la calle. Cuatro meses de sesiones semanales que incluyeron el contacto gradual con perros permitieron a la paciente retomar su normalidad.
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